Editorial de EL UNIVERSAL
04 de noviembre de 2004
El mundo a la expectativa
LAS elecciones en Estados Unidos pusieron al mundo en vilo por unas horas, ante la posibilidad de que una disputa legal interna, en busca de un ganador, pudiera posponer la solución de los graves asuntos internacionales en los que Washington tiene injerencia.
Ahora que ha sido reelecto el presidente George W. Bush, por mandato mayoritario de sus electores, vale esperar de Estados Unidos un replanteamiento de sus relaciones con el mundo, fundamentalmente en los temas que más nos afectan a los que vivimos de este lado del hemisferio, porque es un hecho que durante los primeros cuatro años de la presente administración, ni América Latina ni México fueron importantes dentro de las prioridades del vecino país.
Durante un tiempo se comprendió la urgencia de Estados Unidos por hacer frente a la lucha contra el terrorismo y rediseñar su política de seguridad nacional, lo que sin embargo incluyó inopinadas guerras que lo alejaron cada vez más de los problemas reales de sus vecinos.
Es tiempo de que América Latina, y México en particular, establezcan la agenda que se ha de sostener con Estados Unidos, donde se indiquen áreas de interés común en las que todos salgamos ganando, y no sólo se escuchen peticiones de ayuda y solidaridad para aventuras hostiles ajenas a nuestra prioridad. La relación entre América Latina y Estados Unidos debe superar la superficialidad y adentrarse en las cuestiones torales para el desarrollo de una región que es vital para los intereses estadounidenses, en tanto terreno natural de su seguridad nacional y proveedor seguro de materias primas.
En ese sentido, México tiene muchos pendientes dentro de la agenda bilateral que perdiera rumbo luego de los atentados del 11 de septiembre de 2001 contra Nueva York y Washington: economía, comercio, migración y seguridad son, por ejemplo, algunos de los ejes importantes de aquella agenda, que debe revitalizarse en favor de nuestro interés nacional. Más aún cuando la nueva conformación de los órganos legislativos estadounidenses estará integrada por una mayoría republicana, tradicionalmente refractaria a abordar los temas que más importan a México como país.
Si bien se entiende que la reelección de Bush es un refrendo popular a su gestión, ni América Latina ni México pueden permitir que se prolongue por cuatro años más la falta de diálogo con el país del que, nos guste o no, depende en gran parte el desarrollo del mundo.
Los mexicanos esperamos que la inevitable relación geográfica, económica e incluso cultural que nos tiene muy ligados a Estados Unidos sea aprovechada por nuestro gobierno y llegue a acuerdos, de tal manera que en poco tiempo se note que hay trabajo político para colaborar en asuntos tan concretos como un acuerdo migratorio que proteja a nuestros connacionales que trabajan en aquel país y se les reconozca en su integridad y en sus derechos a tono con su contribución al crecimiento económico de Estados Unidos. México ha de propiciar que el tema se discuta y no sólo esperar pasivamente a que en algún momento, por iniciativa estadounidense, se vuelva a abordar.
Como quiera que sea, los resultados de las elecciones del 2 de noviembre en Estados Unidos tienen un significado mundial y, por lo tanto, serán los diferentes factores de la política internacional los que deberán estar alerta para garantizar que en el mundo predomine la seguridad, la paz, la integridad, el equilibrio, la justicia y el respeto de unos a otros bajo toda circunstancia.
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